La depresión es considerada como uno de los desórdenes psicológicos de mayor
registro en los centros de salud, según la Organización Mundial de la Salud, es
la principal causa de deterioro en la salud mental y afecta a 121 millones de
personas en el mundo (World Health Organization 2007), consecuentemente, vale
la pena ocuparse de los factores desencadenantes de la depresión, según
Arrivillaga, Cortés, Goicochea y Lozano (2003) existen variables individuales
que se relacionan con la depresión, en este contexto, hasta la década de 1970,
los principales enfoques psicológicos explicativos de la depresión o bien
procedían del psicoanálisis o estaban basados en las teorías del aprendizaje (Agudelo, Casadiegos, & Sanchez, 2008).
En
la actualidad existen diversas definiciones sobre la depresión, sin embargo, la
mayoría de autores concuerda en que la depresión es un trastorno complejo,
etiológicamente multideterminado y clínicamente heterogéneo al cual se puede
llegar a través de múltiples causas, cuyas manifestaciones psicopatológicas se
relacionan con la personalidad y que depende de la interacción entre factores
genéticos y ambientales a lo largo del desarrollo, siendo uno de los modelos
con bastante acogida el cognitivo, en el cual sé señala que una de las
principales causas sería, un acontecimiento crítico, el cual activaría de nuevo
los esquemas disfuncionales, y, como consecuencia de ello, los sesgos de
procesamiento (Beevers,
2005).
Por
tanto, la depresión, no se refiere a un
trastorno de la personalidad, sino a un estado subjetivo de malestar físico y
emocional, entendido como el resultado de las presiones socio estructurales
sobre el individuo (Mirowsky y Ross 1989), el modelo atributivo de la depresión
se ha convertido en uno de los modelos más utilizados para explicar la
sintomatología depresiva, argumentando que las personas que realizan
atribuciones internas, estables y globales sobre acontecimientos negativos de
su vida cotidiana tienen una mayor probabilidad de sufrir una depresión.
En
este contexto, la depresión se considera como una respuesta más dentro de un
repertorio de posibles respuestas (Polaino-Lorente & Vázquez, 1982), en definitiva, en los últimos años ha habido
un refinamiento de los modelos explicativos
del origen de la depresión gracias a resultados de investigaciones clínicas,
epidemiológicas y experimentales.
Bajo la premisa señalada podemos señalar que la depresión como trastorno es
multifactorial, entonces un buen programa de intervención debe contemplar todas
las aristas y por supuesto, partir de una evaluación diagnóstica integral (V�zquez & Torres Iglesias, 2005). En
este sentido la colaboración del médico y el psicólogo resulta fundamental y
necesaria, si el psicólogo a partir del proceso de evaluación considera
necesaria la prescripción médica y mantener contacto con el médico dependiendo
de la evolución del caso.
Por otra parte es necesario hacer enfasis respecto a
los medicamentos antidepresivos, los cuales deben ser recetados y suministrados exclusivamente por
personal médico (García, 2012), siendo importante que el médico y el psicólogo le expliquen al paciente que el efecto de los medicamentos no es inmediato, sino
que tarda en promedio de dos a seis semanas y después de transcurrido este tiempo
la toma de medicamento debe continuar hasta que el equipo de profesionales lo
determine. Esta clarificación por parte de ambos profesionales contribuye de
manera muy favorable a la adherencia terapéutica y por tanto aumenta las
probabilidades del proceso de recuperación. (Montes, 2006)
En conclusión podemos determinar que la depresión
es un trastorno que se presenta en niños, adolescentes y adultos, hombres y
mujeres, y se considera que será en un futuro el estado de ánimo de los seres
humanos. Es por ello que es importante tener claridad de que en los síntomas característicos,
tales como tristeza o ánimo deprimido la mayor parte del día, disminución
importante del interés en la mayoría de las actividades diarias, aumento o
disminución importante del apetito, insomnio o sueño excesivo, cansancio
inexplicable o pérdida de energía, (Álvaro-Estramiana, Garrido-Luque, & Schweiger-Gallo, 2010) por lo que es muy importante la difusión de
esta información en el ámbito escolar pues es ahí donde se puede hacer labor
preventiva y realizar la canalización correspondiente a profesionales.
Referencias bibliográficas
World Health Organization. The
Global Burden of Disease: 2004 Update (WHO, 2008).
Vergote, A., 1976, “Névrose
depressive”, en Topique, n.º 17, pp. 97-126.
Behavioral Psychology /
Psicología Conductual, Vol. 18, Nº 1, 2010, pp. 139-165
International Journal of
Psychological Research 2008. ISSN 2011 – 7922 Vol. 1, No. 1, pp. 34 – 39
Ciencia y Sociedad
Volumen XXXVII, Número 2 Abril - Junio 2012
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